Recuerdo las navidades de mi infancia, algo lejanas en el tiempo,
pero sin duda alguna, nada lejanas para el corazón.
Recuerdo aquellas navidades, sin arbolito ni nacimiento
como aqui se estila, ni pavo a las 12 de la noche... solo una que otra
lucecita encendiéndose y apagándose monótonamente junto a la
ventana de mi habitación. Mis hermanos y yo, nunca esperabamos
regalos ostentosos, solo algún que otro juquetín a pilas o no, que
nos iluminara los ojos, pero sobre todo el alma.
Era todo lo que la economía de papá podía
comprar. Más, a cambio de aquellos regalos que hoy asombran la
inocencia de los niños de hoy, los niños de ayer, o por lo menos
los niños de aquel ayer, nos contentábamos realmente con poco.
Una bengala encendida antes de las 12, un emocionado:
"¡ya nació el niño Dios!", la alegría en los ojos de mamá...
¿Era necesario pedir más?
Nosotros los niños, nunca esperábamos las 12 de la noche despiertos,
la tradición de todos en casa era que nos fuéramos a dormir mucho antes,
con la promesa: "mañana al despertar verán lo que el niño les ha traído".
Asi, prestos no ibamos a dormir, pensando en maravillas, preciosas
maravillas de las que solo pueden imaginar los niños en nochebuena.
Al amanecer, ni bien nos revolvíamos en nuestras camas con los primeros
albores del nuevo día...oh sorpresa!, si, era verdad! el niño ha llegado hasta
nosotros y nos ha dejado sobre la cama...y envueltos en papel de regalo!
Como no recordar esas emociones, como olvidar aquel sonido mágico del
juguete dentro de aquel papel multicolor.
Recuerdo las navidades de mi infancia, algo lejanas en el tiempo,
pero sin duda alguna, nada lejanas para el corazón.
Seguro que tampoco lo son para tu corazón...
Jesús Carpio
37 años
Ilo, Moquegua, Perú
pero sin duda alguna, nada lejanas para el corazón.
Recuerdo aquellas navidades, sin arbolito ni nacimiento
como aqui se estila, ni pavo a las 12 de la noche... solo una que otra
lucecita encendiéndose y apagándose monótonamente junto a la
ventana de mi habitación. Mis hermanos y yo, nunca esperabamos
regalos ostentosos, solo algún que otro juquetín a pilas o no, que
nos iluminara los ojos, pero sobre todo el alma.
Era todo lo que la economía de papá podía
comprar. Más, a cambio de aquellos regalos que hoy asombran la
inocencia de los niños de hoy, los niños de ayer, o por lo menos
los niños de aquel ayer, nos contentábamos realmente con poco.
Una bengala encendida antes de las 12, un emocionado:
"¡ya nació el niño Dios!", la alegría en los ojos de mamá...
¿Era necesario pedir más?
Nosotros los niños, nunca esperábamos las 12 de la noche despiertos,
la tradición de todos en casa era que nos fuéramos a dormir mucho antes,
con la promesa: "mañana al despertar verán lo que el niño les ha traído".
Asi, prestos no ibamos a dormir, pensando en maravillas, preciosas
maravillas de las que solo pueden imaginar los niños en nochebuena.
Al amanecer, ni bien nos revolvíamos en nuestras camas con los primeros
albores del nuevo día...oh sorpresa!, si, era verdad! el niño ha llegado hasta
nosotros y nos ha dejado sobre la cama...y envueltos en papel de regalo!
Como no recordar esas emociones, como olvidar aquel sonido mágico del
juguete dentro de aquel papel multicolor.
Recuerdo las navidades de mi infancia, algo lejanas en el tiempo,
pero sin duda alguna, nada lejanas para el corazón.
Seguro que tampoco lo son para tu corazón...
Jesús Carpio
37 años
Ilo, Moquegua, Perú
Y una hermosa imagen para acompañar esta lectura:
1 comentario:
Que hermosa reflexión has compartido. Mientras la leía me transportaba a mi época de niña y revivía los lindos momentos compartidos en familia, con una cena especial, como tema central el Nacimiento y un pesebre que ocupaba un lugar importante y con el espacio para poner al Niño el 24 a las 12 de la noche. Un pino decorado con pelotitas de colores que había que tratar con delicadeza porque se quebraban... y sin luces... las luces llegaron años después... En la calle algunos fuegos artificiales como estrellitas y pulguitas con los que se jugaba hasta el año nuevo. Hermosas Navidades de una niñez con menos recursos y menos conectividad... pero quizás más sana e inocente.
Gracias por ayudar a preparar nuestro espíritu para la Navidad.
Un abrazo.
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